Actualmente somos testigos directos de una creciente revolución tecnológica; la tecnologíacon el paso del tiempo ha avanzado en diferentes áreas sociales y esta ha traído aparejado influencias en la cultura general, en las formas de vivir. El nacimiento del arte digital es producto y un ejemplo claro de la influencia de la tecnología en el campo artístico. No por ser, quizá, la forma más explícita de la fusión de arte y tecnología debe considerarse la primera. Desde siglos atrás la distinción entre la práctica artística y la práctica técnica eran mínimas, y con el paso del tiempo persistió la relación entre estas dos disciplinas.
La intención del presente escrito es reflejar una breve reseña histórica de la relación entre arte y tecnología para deslindar toda creencia de desvinculación y analogías de polos opuestos con el producto de la fusión de los dos y sus características distintivas: el arte digital.
Durante la antigüedad, no había ninguna separación entre artistas y científicos. Los griegos no hacían distinciones, todo era techné (arte, habilidad, técnica, destreza...). En este sentido, Leonardo da Vinci representa una culminación espléndida de la síntesis de los dos oficios.
Desde sus inicios hasta 1700, las primeras materias de los pigmentos eran puramente naturales, como el carbón, la tierra. Más tarde, gracias a la investigación química, la paleta se fue nutriendo de nuevos materiales y nuevos colores, como el blanco del titanio, los amarillos del zinc, el cromo, el cadmio, constituyendo una importante innovación en el arte.
Otro descubrimiento que revolucionó la plástica, a partir de la Segunda Guerra Mundial, fue la pintura acrílica, que no sólo sirvió como aporte sino que a través de su secado rápido posibilitó nuevas maneras de pintar. De manera que, desde el punto de vista instrumental, el divorcio entre arte y técnica nunca ha sido verdaderamente total.
La brecha que separaba el arte de la técnica comenzó a aumentar proporcionalmente al auge del método científico que contaba con Newton como su mayor exponente y propulsor. Al respecto Xavier Berenguer expresa: “El origen de este divorcio, según Snow, reside en el paradigma científico del universo mecánico, el cual asentó la interrogación humana sobre la base de la razón y el reduccionismo, esto es, del método científico. Así, mientras el científico juega con la realidad y la lógica, al artista le concierne la imaginación y la emoción. El arte investiga el mundo subjetivo; la ciencia, por su parte, persigue el mundo objetivo y el método racional. Como consecuencia de esta escisión, el mundo del arte acabó adoptando el romanticismo como ideología principal, y el artista se convirtió en un personaje marginal, un comentador y un crítico, más que un participante y contribuyente de la realidad”.
La distinción se consolidó con la Revolución Industrial y exigió por parte de los artistas adoptar una postura de flexibilidad frente al auge científico, a fin de poder aprovechar algunos recursos que ofrecía la ciencia y la industria.
Más tarde, la ciencia y la industria comenzaron a evidenciar su lado oscuro en la antihumanidad, que trajo como consecuencia distintas manifestaciones por quienes fueron llamados luditas. Los artistas, como reacción, se refugiaron en sí mismos; la sumándose al movimiento ludita, y sosteniendo que el artista y la máquina eran absolutamente incompatibles. Este concepto presidiría las relaciones entre las comunidades científica y artística durante el siglo XIX y buena parte del XX.
En contraposición a los artistas partidarios de la ideología ludita, se generaron grupos que encontraron en el avance de la ciencia y la industria, una importante fuente de recursos. Los artistas partidarios de esta visión alternativa y abierta fueron considerados “futuristas”, al respecto Berenguer en su artículo dice: “Pero hubo artistas que se plantearon una visión alternativa, por ejemplo los futuristas. Gino Severini, uno de ellos, decía: "Yo preveo el fin del cuadro y de la estatua. Estas formas de arte, incluso empleadas con el espíritu más genuinamente innovador, limitan la libertad creativa del artista. Ellas mismas contienen sus destinos: museos y galerías de coleccionistas, en otras palabras, cementerios". Los futuristas planteaban la búsqueda de nuevas formas artísticas; en esta búsqueda, la tecnología –y su símbolo, la máquina– no era un enemigo, sino al contrario, un aliado y hasta una obra susceptible de valoración estética”. Ya con la aparición del reloj en el siglo XIV el arte pudo sacar provecho sirviéndose del artefacto como modelo. Según Lewis Mumford, la aparición del reloj permitió una correcta ubicación espacio - temporal de los elementos constitutivos de las obras pictóricas y como consecuencia el nacimiento de la perspectiva.
Volviendo al movimiento futurista se puede sintetizar diciendo que fue, aunque de poca duración y repleto de contradicciones, el precedente más directo de la tendencia integradora que actualmente inspira la práctica conjunta de arte y tecnología.
Quisiera compartir con el lector la siguiente cita considerada, por quien suscribe, un hito relevante en el origen del arte digital: “Durante la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de innovadores se trasladaron a Norteamérica, por eso las propuestas más interesantes en el uso de la tecnología procedieron de allí. John Cage, en 1938, trucó las cuerdas de un piano con diversos materiales y propuso la composición basada en el azar: con ello nacía la música electrónica. Por entonces, Walter Benjamin advertía premonitoriamente de cómo, gracias a la tecnología, uno de los tabúes del arte tradicional, la obra única e irrepetible, dejaba de existir”. Tal como refleja la cita surgía una nueva cosmovisión que demostraba una apertura a favor de nuevas formas de realizar arte, creándose de esta manera un clima propicio para el surgimiento del arte digital. Arte digital que se valdría de los avances tecnológicos para su desarrollo.
Uno de los acontecimientos importantes en nacimiento del arte digital se produjo con la aparición de la televisión en 1940, y que tras su popularización abrió a los artistas, nuevos posibilidades de expresión. Surgieron, de esta manera, los videoartistas quienes con la adopción de numerosas técnicas de manipulación de las imágenes, producirían una obra independiente y alternativa respecto al cine y la televisión , como los avisos publicitarios.
Durante los años setenta continuó la inercia creativa de los años sesenta, hasta el punto que algunos museos empezaron a interesarse por obras de composición tecnológica y a exhibirlas. La más significativa fue la política de Los Angeles County Museum, que organizó equipos de artistas y técnicos para producir obras; para financiarlas, consiguió el patrocinio de importantes empresas como IBM, Lockheed, TRW o Rand, que a su vez suministraban la tecnología avanzada necesaria.
A finales de los años setenta las relaciones entre arte y tecnología comenzaban a plantearse de una manera radicalmente nueva, y la perspectiva que se abría era extraordinaria. El protagonista de este salto cualitativo era el ordenador.
En 1984 apareció el primer ordenador que manejaba textos e imágenes a un coste razonable y con una potencia adecuada para las necesidades de una persona. La capacidad gráfica y el entorno individualizado del ordenador personal atrajeron en seguida a los artistas más receptivos.
En la actualidad, la aplicación del ordenador a la comunicación y expresión audiovisual ha progresado extraordinariamente; su práctica constituye un claro ejemplo de fusión entre arte y tecnología: el arte digital.
Esta forma de arte que hace uso de los recursos tecnológicos posee características distintivas del arte tradicional. Uno de las características es la interactividad que plantea el arte digital y del rol de receptor del artista y el de emisor por parte del espectador queden desdibujados. El arte digital permite la interacción con la obra directa, la participación del público espectador y en este caso el artista jugaría el papel de espectador y viceversa, suponiendo el caso de juegos virtuales. Ahora bien la pregunta ¿Qué papel jugarían si ambos, emisor y receptor, interactúan simultáneamente con la obra digital? Resulta inevitable y tentadora a la vez, y hace presuponer que la obra digital posee una naturaleza independiente, una creación con cierto grado de autonomía, sin desconocer la autoría del artista.
Otra característica importante y notoria es la posibilidad de generar realidades altenativas, no físicas, pero muy aproximada a la realidad material, un claro ejemplo lo constituyen los juegos y las animaciones virtuales presentes en la cinematografía.
Uno de los procesos, que podría ser incluido como una característica, es la posibilidad de tomar obras, como por ejemplo imágenes, para ser digitalizadas y posteriormente modificada. Esta acción ha sido motivo de controversias en cuanto al carácter de reproducción de la misma, aunque es un paso necesario para poder realizar la práctica del arte digital con las modificaciones que crea pertinente; y como resultado se obtiene una obra diferente a la original que deslinda todo intento de reducir el arte digital a un proceso de reproducción.
El arte digital también genera importantes desafíos conceptuales como por ejemplo la de establecer una clara distinción entre lo que es arte digital y lo que no; la emergente necesidad de establecer fundamentos filosóficos de estéticos digital, entre otros.
A modo de conclusión y cierre del presente escrito sosteniendo que la falsa disociación entre arte y tecnología es refutada por el espíritu de innovación, por la habilidad, por ser una creación del hombre; en otras palabras ambas comparten una misma esencia techné.
La incursión de la tecnología en el arte produjo, por su naturaleza, modificaciones tanto en la formas de producción como en las concepciones del campo artístico generando diversas controversias. Controversias que ponen de relieve la necesidad de concepciones filosóficas en torno a la innovación que presenta el arte digital.
Bibliografía
Mumford, Lewis. Técnica y Civilización. Alianza Editorial.
Valero, Rossana. El arte digital ¿Nuevas técnicas de producción o cambio en la apreciación estética?
Berenguer, Xavier. Arte y tecnología: una frontera que se desmorona. http://www.uoc.edu/artnodes/esp/art/xberenguer0902/xberenguer0902.html
